FUERZAS PRESENTES EN LA
NATURALEZA
Todo cuerpo
masivo atrae gravitacionalmente a otro. La Tierra nos atrae y nosotros atraemos
a la Tierra (aunque la fuerza que ejerce nuestro cuerpo es prácticamente
imperceptible y, en la práctica, sólo se nota la fuerza de atracción de la
Tierra).
En el siglo
XVII el gran físico inglés Isaac Newton descubrió que la gravitación es un
fenómeno universal. Según una famosa leyenda, Newton estaba un día sentado
debajo de un manzano, cavilando con respecto a la fuerza que mantiene unida la
Luna a la Tierra, cuando vio caer una manzana. Este suceso le dio la clave para
descubrir que la fuerza de gravedad, la misma que hace caer la manzana, es
también la que retiene a la Luna en órbita. Descubrió así el principio de la
gravitación universal.
La
gravitación universal, descubierta por Newton, implica que la Tierra no sólo
atrae a los objetos que están en su superficie, sino también a la Luna y a
cualquier cuerpo en su cercanía. Además, el Sol atrae a la Tierra y a todos los
demás planetas, las estrellas se atraen entre sí, las galaxias también, y así
toda la materia en el Universo.
Pero además Newton descubrió que la fuerza de gravedad obedece una ley
muy sencilla. La fuerza gravitacional entre dos cuerpos es directamente
proporcional a las masas de los cuerpos e inversamente proporcional al cuadrado
de la distancia que los separa. En términos matemáticos, la fórmula para la
fuerza se escribe:
donde F
es la fuerza, M1 y M2 son las masas de cada
uno de los cuerpos, R es la distancia que los separa y G es una
constante de proporcionalidad, la llamada constante gravitacional o de Newton,
cuyo valor determina la intensidad de la interacción gravitacional. Se ha
determinado experimentalmente que G vale 6.672 X 10-11 m 3/kgs2.
Esto equivale a decir que dos masas de un kilogramo cada una colocadas a una
distancia de un metro se atraen con una fuerza de 6.672 X 10-11
newtons.11
Los planetas
se mantienen unidos al Sol en órbitas estables por el equilibrio de dos
fuerzas: la atracción gravitacional de ese astro y la fuerza centrífuga debida
al movimiento circular. La fuerza centrífuga no se debe a una interacción de la
materia, sino a la tendencia que tienen los cuerpos a mantener su movimiento en
línea recta (esta fuerza se manifiesta, por ejemplo, en un automóvil cuando
toma una curva: los pasajeros sienten una fuerza que los empuja hacia la parte
exterior de la curva ). El gran éxito de Newton fue encontrar la manera de
calcular con extrema precisión la trayectoria de los planetas, o de cualquier
cuerpo en general, a partir de ecuaciones matemáticas que describen la fuerza
aplicada en ellas.
En resumen,
la gravitación es el cemento del Universo. Así como los planetas se mantienen
pegados al Sol, las estrellas se atraen entre sí y forman enormes conglomerados
que son las galaxias. Las estrellas en una galaxia giran alrededor del centro
de ésta y, a la vez, son atraídas gravitacionalmente al centro de la galaxia.
De esta manera se mantienen unidas.
Todo se
explicaba a la perfección en el esquema teórico desarrollado por Newton. El
único pedazo que faltaba en el rompecabezas era la naturaleza de la fuerza de
gravitación. En efecto ¿qué es lo que produce realmente la atracción
gravitacional? Si jalamos una piedra con una cuerda, la atracción se da por
medio de la cuerda; si soplamos para empujar una pluma, la fuerza de
interacción se da mediante el aire. Toda transmisión implica un medio: el
sonido se transmite por medio del aire, la energía eléctrica por medio de
cables, el calor por cuerpos conductores, etc.
Para
explicar la gravitación Einstein postuló que la fuerza gravitacional se debe a
una curvatura del espacio-tiempo. Así como una piedra pesada deforma una
lona de tela y cualquier canica que se mueva sobre esa lona sigue una
trayectoria curva, el Sol deforma el espacio-tiempo de cuatro dimensiones a su
alrededor y los planetas se mueven siguiendo esa curvatura. En particular, una
de las consecuencias más interesantes de la teoría de la relatividad es que el
tiempo transcurre más lentamente donde la fuerza gravitacional es mayor.
Charles-Augustin
Coulomb estudio de modo más sistemático el fenómeno de la electricidad y
descubrió que dos cargas eléctricas se atraen o se repelen con una fuerza
inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa, tal como
la fuerza gravitacional. Pero, a diferencia de la gravitación que siempre es
atractiva, la fuerza eléctrica puede ser tanto repulsiva como atractiva, según
si las cargas son del mismo signo o de signo contrario.
También se
conocían desde la antigüedad los imanes, pedazos de hierro con la curiosa
propiedad de atraer los objetos de hierro, y también de atraerse o repelerse
entre sí al igual que las cargas eléctricas. Un imán posee dos polos, norte y
sur; pero si se parte un imán por la mitad no se aíslan los polos, sino que se
obtienen dos nuevos imanes con un par de polos cada uno: ésta es la diferencia
esencial con la fuerza eléctrica, ya que no se puede tener un polo aislado, que
equivaldría a una "carga magnética".
Hasta esa
época, electricidad y magnetismo parecían ser dos clases de fenómenos sin
relación entre sí . Pero la invención de las pilas eléctricas permitió
experimentar con las corrientes eléctricas y los imanes. Fue así como H. C.
Oersted descubrió que una corriente eléctrica influye sobre un imán colocado
cerca de ella, y A. M. Ampère demostró que ello se debe a que una corriente
produce una fuerza magnética a su alrededor. Finalmente, en 1831 Faraday
descubrió que se genera una corriente eléctrica en un alambre conductor cuando
éste se mueve junto a un imán. Pero los imanes y las pilas eléctricas servían,
cuando mucho, para hacer actos de magia y sólo contados se interesaban en
ellos.
Para
explicar como un imán influye sobre otro, Faraday ideó el concepto de línea
de fuerza. De acuerdo con esta interpretación, de una carga eléctrica o un
imán surgen líneas de fuerza invisibles pero perfectamente reales, que llenan
todo el espacio a su alrededor (Figura 4). Estas líneas guían en cierta manera
el movimiento de cargas eléctricas o magnéticas que se encuentran cerca. El
concepto es más intuitivo que el de la acción a distancia.
Las líneas de fuerza de Faraday alrededor de
una carga eléctrica y de un imán.
El hecho de
que las líneas de fuerza de Faraday sean invisibles e impalpables no implica
que sean entes imaginarios. La prueba más sencilla de su existencia consiste en
colocar astillas de hierro sobre un papel junto a un imán. Si el lector hace
este experimento, notará que las astillas se alinean de tal modo que se
manifiestan las líneas de fuerza magnética.
Pero faltaba
describir con fórmulas matemáticas precisas los descubrimientos de Coulomb,
Ampère, Oersted y Faraday. Tal síntesis teórica fue la obra de James Clerk
Maxwell, quien plasmó de manera matemática todas las leyes que se conocían en
su época acerca de los fenómenos eléctricos y magnéticos, y demostró que estos
son dos manifestaciones de una misma fuerza fundamental de la naturaleza: la
fuerza electromagnética.
Como
indicamos en el capítulo anterior, las moléculas y los átomos están amarrados
entre sí por fuerzas eléctricas y magnéticas. Así como la fuerza de la
gravitación es el cemento del Universo a escala cósmica, la fuerza
electromagnética es el cemento de la naturaleza a escala atómica. Las
interacciones electromagnéticas son tan intensas que los cuerpos sólidos no
pueden interpenetrarse sin romperse.
Estamos
acostumbrados al hecho de que la materia puede ser extremadamente dura e
impenetrable, como el acero o la roca. Sin embargo, esta dureza parecería
increíble si pudiéramos echar un vistazo al mundo microscópico de los átomos,
pues veríamos vacío por todas partes, excepto por algunas escasas y diminutas
partículas. Recordemos que el tamaño característico de un átomo es de una diez
millonésima de milímetro, pero el núcleo es 100 000 veces más pequeño, y aún
más diminuto es el electrón. Si un átomo pudiera magnificarse al tamaño de un
estadio de fútbol, su núcleo sería, en comparación, del tamaño de una mosca.
Pero semejante vacío no es realmente tal porque el espacio está ocupado por
fuerzas eléctricas y magnéticas, es decir, por un campo electromagnético. Este
campo no es una entelequia; muy por lo contrario, a él debe la materia toda su
solidez.
Cuando se
descubrió que el núcleo de los átomos contiene protones los físicos se
preguntaron cómo podían esas partículas, cargadas positivamente permanecer
unidas si las cargas eléctricas del mismo signo se repelen. Y lo mismo se
podría decir de los neutrones: ¿qué los mantiene unidos si son eléctricamente
neutros? Debería existir otro tipo de fuerza en la naturaleza que permitiera
tanto a los protones como a los neutrones atraerse entre sí. Esa fuerza de la
naturaleza es la fuerza nuclear. Es mucho más intensa que la electromagnética
y, a la vez, es de muy corto alcance; actúa únicamente en el núcleo, razón por
la cual no forma parte de nuestra experiencia diaria.
La fuerza
nuclear sólo se manifiesta en una distancia comparable con el tamaño de un
núcleo atómico. Un protón es atraído por las partículas en un núcleo atómico
sólo si se encuentra a una distancia de unos diez billonésimos de centímetro;
si está un poco más lejos, sólo resentirá la repulsión eléctrica del núcleo. En
cambio, un protón en el núcleo es atraído por los otros protones y neutrones
por la fuerza nuclear, cuya intensidad es unas 1 000 veces mayor que la fuerza
de repulsión electromagnética.
Un hecho de
enormes consecuencias es que un núcleo atómico pesa menos que todos sus
protones y neutrones por separado. Esta diferencia de masa se encuentra en el
núcleo transformada en energía de amarre, de acuerdo, una vez más, con la
famosa equivalencia de Einstein entre masa y energía. En la figura 5 se muestra
la diferencia de masa de los núcleos atómicos comparados con la masa de sus
constituyentes por separado. En el extremo izquierdo de la gráfica que la forma
se tienen los elementos ligeros; por ejemplo, un núcleo de helio pesa 5 x 10-26
gramos menos que sus dos protones y dos neutrones por separado; si se fusionan
esas cuatro partículas para formar un núcleo de helio, la masa perdida se
libera en forma de energía; este es el principio de la bomba atómica y de los
reactores nucleares. En el extremo derecho de la gráfica se tienen los
elementos pesados; si se fusiona un núcleo de uranio en dos núcleos más
ligeros, también se libera energía; este es el principio de la bomba de uranio.
Tanto la fusión (para elementos ligeros) como la fisión (para elementos
pesados) son dos mecanismos extremadamente eficientes para liberar energía de
la materia. Las estrellas brillan porque se producen fusiones nucleares en sus
centros. Nótese también en la gráfica 5 que el hierro es el elemento con menor
energía: el núcleo del hierro ni se fusiona ni se fisiona, y es por lo tanto el
núcleo más estable en la naturaleza.
Masa faltante de los núcleos atómicos en
función del número atómico (número de protones en el núcleo).
El
repertorio de fuerzas de la naturaleza no termina con la gravitación, el
electromagnetismo y las fuerzas nucleares. En los años treinta, los físicos que
estudiaban las radiaciones emitidas por los átomos se dieron cuenta de que en
algunos casos, los núcleos atómicos eliminan electrones; a este proceso lo
llamaron radiación beta. Pronto se descubrió que la radiación beta se
debe a que un neutrón en el núcleo se transforma en un protón y un electrón, y
este último se escapa a gran velocidad del núcleo.
Pero, al
medir las propiedades del electrón que se escapaba, los físicos descubrieron
que le faltaba algo de energía. Al principio hubo cierta alarma, pues parecía
que la energía no se conservaba en contra del principio bien establecido de que
la cantidad total de energía y masa implicada en cualquier proceso físico no se
crea ni se destruye. Para solucionar este problema propusieron que una nueva
clase de partícula se lleva la energía faltante, una partícula sin carga,
totalmente invisible e inmune a las fuerzas eléctricas y magnéticas. Enrico
Fermi llamó neutrino a tal partícula (que en italiano significa
"neutroncito") para distinguirlo del neutrón, y ese es el nombre que
se le ha quedado.
La
interacción del neutrino con la materia no es enteramente nula, pero es
millones de veces menos intensa que la de una partícula "normal ". Es
la cuarta fuerza de la naturaleza y se le llama interacción débil. Su alcance
es extremadamente corto, semejante al de las fuerzas nucleares, razón por la
que no forma parte de nuestra experiencia cotidiana. En promedio, se
necesitarían billones de kilómetros de plomo para absorber un neutrino (en
comparación, una lámina delgada de metal detiene cualquier fotón de luz). Si
tuviéramos ojos sensible a los neutrinos podríamos "ver" el centro de
la Tierra o del Sol... Y es que la luz, siendo un fenómeno electromagnético,
interactúa electromagnéticamente con los átomos. Como señalamos antes, la
"dureza" de un átomo se debe casi exclusivamente al campo
electromagnético que posee. Para el neutrino que es insensible a ese campo, el
átomo es un cuerpo casi inexistente.
La
existencia de los neutrinos se ha establecido plenamente hoy en día y sus
propiedades son bien conocidas. La más interesante es que el neutrino no tiene
masa, o, si la tiene, es extremadamente pequeña. Si la masa del neutrino es
estrictamente cero, entonces esta partícula, al igual que el fotón, tiene que
moverse siempre a la velocidad de la luz. Tal parece que el neutrino comparte
esa propiedad con el fotón. Así, un neutrino nunca podría estar en reposo.
A pesar de
ser prácticamente imperceptibles, los neutrinos desempeñan un papel muy
importante en los fenómenos cósmicos. Por ejemplo, el Sol brilla porque se
producen en su centro reacciones nucleares por la fusión del hidrógeno. Esas
reacciones generan luz y calor pero también neutrinos. De hecho, una fracción
importante de la energía solar es emitida a manera de neutrinos; los que llegan
a la Tierra atraviesan nuestro planeta a la velocidad de la luz y siguen su
viaje por el espacio. Por nuestro cuerpo cruzan cada segundo alrededor de 100
billones de neutrinos provenientes del Sol sin que nos demos cuenta.
Además de
los neutrinos solares, es muy probable que el espacio cósmico esté lleno de
neutrinos cuyos orígenes se deben buscar en los primeros instantes del
Universo. Los físicos han calculado que, junto con la materia común, una gran
cantidad de neutrinos debió crearse pocos instantes después de la Gran
Explosión, y que estos todavía llenan el Universo; así, nos movemos en un mar
de unos 300 neutrinos de origen cósmico por centímetro cúbico.
Desgraciadamente, estos neutrinos son muchísimo más difíciles de detectar que
los de origen solar, aunque es posible que en el futuro puedan ser observados,
con lo cual podríamos echar un "vistazo" a los primeros segundos de
existencia del Universo.
Aunque los
neutrinos parecen no poseer masa, esto está aún por confirmarse. En 1981 un
grupo de científicos rusos anunció haber medido una pequeñísima masa,
equivalente a menos de una diezmilésima parte de la masa del electrón. Esto
causó gran revuelo en la comunidad científica porque las implicaciones de un
neutrino masivo, son muy importantes para la evolución del Universo. En efecto,
habiendo tantos neutrinos, la mayor parte de la masa del Universo
correspondería a estas partículas y no a la materia común. A su vez, esa masa
sería tan grande que determinaría la evolución del Universo. Volveremos a este
tema en el capítulo VII, pero por el momento aclaremos que, como se descubrió
posteriormente, el resultado del grupo ruso resultó ser una falsa alarma. Sin
embargo, no está del todo excluido que el neutrino tenga una pequeñísima masa y
que ésta sea medida algún día.
Por último,
hay que señalar que un neutrino también tiene una antipartícula que es el antineutrino.
Para ser precisos, un antineutrino es el que se emite en el decaimiento del
neutrón. A pesar de que los neutrinos no poseen carga eléctrica, sí es posible
distinguir un neutrino de un antineutrino.
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